jueves, 24 de julio de 2008

Inquisición moderna

En la profundidad de mi sueño todavía siento tus brazos alrededor de mi cintura, sueño con que te encuentro al despertar, menuda sorpresa la mía, ¿será que sólo en mis sueños estuviste? ahora que he abierto los ojos sucede que te haz marchado dejando vacío el lado izquierdo de mi cama que aún continúa tibio, invadido de ese olor tan tuyo, mezcla irrepetible de humor y sudor.

…maldita sea la noche que se resiste a la perpetuidad, malditos sean los sueños que fueron concebidos cual si fueran hostias de consagración, que se disuelven en la boca en un abrir y cerrar de ojos, huída semejante que emprenden las palabras luego de su pronunciación.

Es el precio del disfrute, es el pago por ese amor simulado que juramos sentir tras compartir la carne, luego de prestarnos el cuerpo en una danza de deseo que pareciera interminable pero que se vuelve tan breve al extinguirse la llama, para inmediatamente volverse a encender en la memoria, fuego atizado por los recuerdos que carcomen las entrañas...

Ese juego perverso e incesante disfrute y perdición de los amantes, ese que nos hace perder la cabeza, que nos condena el alma y condiciona el bienestar del cuerpo, de la mente…que enloquece…

Amor de identidad prestada, soledad disfrazada de amor que se disipa en cuanto abrimos los ojos tan grandes como platos, en cuanto la calma invade nuevamente al cuerpo antes afiebrado, convulso, empapado de sudor después de padecer el yugo efímero del placer, de degustar infinidad de sabores: a labios prestados, a dulce, a salado, a agrio, a amargo...

¿Donde estás’? Te busco y no te encuentro, toco a tientas el espacio donde momentos antes retozaste para luego reposar, súbitamente pusiste fin a la lluvia de estrellas que momentos antes nublaba mi entendimiento, te fuiste sin mediar despedida, sin esgrimir promesa alguna de un posible reencuentro, sin mencionar siquiera la posibilidad de posterior permanencia voluntaria...

He vuelto a abrir los ojos después de que se terminara el sobresalto, después de que el corazón instantes antes henchido volviera a tomar su lugar. Las sábanas son el mudo testigo de las perlas de sudor que ni rastro han dejado tras evaporarse, tal como tu te evaporaste llevándote contigo ese olor tuyo tan característico de hombre-animal, ese mismísimo olor que se empeña en trastornar mis sentidos, olor que aún permanece disperso en el ambiente.


Ahora mismo me contento con desglosar esas horas que bien me parecen instantes... puedo describir de qué está compuesto tu sabor, el mismo que dejaste olvidado en la inmensidad de mi cama vacía que parece agigantarse cuando la miro de reojo sin ganas de dimensionar su extensión real.

Saciaste mis ganas irónicamente para dejarme con ganas de más...quise comerte la boca pero no pude, quise desgastarte el cuerpo pero el tiempo y las fuerzas de este cuerpo que se vuelve más humano cuando lo posees no me fueron suficientes...

A pesar del cansancio mi boca sedienta busca la tuya como el único bálsamo que reconforta mis labios amoratados después de tanto arrebato... esta terca boca se empeña en reclamar otra dosis de saliva y sal al igual que mi cuerpo dolorido clama por tus manos a pesar de que yace tendido a consecuencia de los embistes de tu cadera.

Quizás sea necesaria una segunda... tercera... cuarta vuelta para ponerse a mano con el deseo. A ese amigo-enemigo es mejor no quedarle debiendo nada porque te cobra con réditos en noches de soledad.. el mismo proceder de la libido, esa caprichosa que tras de tu partida permanece apostada a un costado mío con su mala cara de perene insatisfacción.

…me asfixian las ganas contenidas, esas que dejaste sobre la cama junto con tu silueta desdibujada... qué diablos hago con las reservas de esas ganas que no se agotan por sí mismas ni aunque pretenda complacerlas yo misma en complicidad con mi imaginación inquieta que se enciende en cuanto apago mis ojos para traerte de vuelta.

¿Dónde es que estás ahora? ¿Dónde es que te has metido? Te dejé ir pero te quedas conmigo... te llevo prendido al pecho como prendido llevo el olor de tu cuerpo a todo lo largo y ancho del mío…caminas por el filo de mis caderas, atraviesa el sabor de tu cuerpo al mío, ahora mismo lo asfixia el deseo como momentos antes el peso de tu cuerpo sobre el mío…

…ardo sin necesidad de hoguera.

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