domingo, 16 de noviembre de 2008

El reclamo de la noche

La noche está cansada de no atisbar tu silueta dibujarse en el umbral de la puerta, hastiada de escuchar el vacío de la ausencia de tu voz, desesperada te busca, tanto o más que yo, te ruega que regreses como ladrón a hurtadillas y te metas en mi vida para que la ilumines y le permitas, de una vez por todas, retirarse a descansar.

No quiero escucharla de nuevo reclamar que extraña tu presencia, que con tu destierro voluntario alargaste la estela de oscuridad que solía acompañarla, el que tu no estés le ha venido a cargarle la mano obligándola a la perpetuidad.

Poseída por la desesperación suplica que quiere recoger su vestido y marcharse cuanto antes, que ya no haya la puerta, que lo que desea es que la luz entre por todas las ventanas, que inunde todos los rincones para que de una vez por todas le permita retirarse a descansar.

Pobrecilla, tiene prisa por volver a su acostumbrada visita al terminar el día sin que la obligue a quedarse conmigo hasta muy entrada la mañana, secuestrada entre las cortinas que me niego a correr porque me resisto a la intromisión de la luz que como dagas se empeña traspasar el espacio reservado para mi, para ella, sin ser antes invitada.

La noche no entiende que no quiero ver a nadie, que no deseo que la luz se apropie de este espacio que he reservado para vivir mi duelo desde que te marchaste… ya ni la soledad, ya ni la tristeza oponen tanta resistencia.

…dile que venga y corra las cortinas… suplica en un susurro, con la voz entrecortada exige que te busque hasta encontrarte porque la piel de mi cara que no ve la luz desde hace tanto se ha vuelto pálida, mis ojos ya no brillan y mi cuerpo ha perdido la noción de lo que es el calor.

Harta del encierro asegura que no puede, no quiere suplir al día, al sol, del mismo modo como yo me niego a que alguien más te supla en este habitáculo de emociones que es mi corazón.

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